Vigente a pesar de todo.
Más de siete millones de copias vendidas en su historia, casi treinta producciones grabadas, tres premios Grammy Latino y un Billboard; veinticinco años de ministerio y miles de vidas cambiadas alrededor del mundo, son la mejor muestra del alcance de este salmista estadounidense nacionalizado en México, considerado el principal exponente de la música cristiana en español. La participación activa en el liderazgo juvenil, las actividades en radio, los artículos publicados en diversos medios escritos nacionales e internacionales, las invitaciones para televisión y el paso por los más importantes sellos disqueros con sede en Colombia, suman más de una década al interior de la escena Gospel, lo cual, me da algo de objetividad y criterio para hablar de la música cristiana en este tiempo. Desde que tengo contacto con los ministerios cristianos --aproximadamente desde 1992-- vengo escuchando cualquier cantidad de comentarios “exóticos” sobre importantes ministros, referentes al origen pagano de sus canciones, los supuestos mensajes ocultos en la música e incluso simbologías esotéricas en las portadas.La historia se remonta aproximadamente diez años atrás, cuando comenzó a circular el rumor de que la canción titulada "Cuán Bello es el Señor", había llegado a manos de Marcos Witt en un sobre sellado por debajo de la puerta y que después, él reconocido adorador comenzó a interpretarlo como alabanza.Varios años después, apareció el verdadero autor; un supuesto satanista --otros dicen que una bruja-- que hipotéticamente había escrito ese canto para el diablo. La versión más escuchada del rumor decía que Marcos Witt había aparecido en el “Talk Show” más popular de ese entonces llamado Show de Cristina, donde fue confrontado con el “verdadero” autor de la canción, hasta supuestamente, confesar el origen de dicho canto. La verdad es que Marcos Witt jamás asistió a ese programa; ni siquiera su conductora, la cubana Cristina Sarlegui, le invitó en algún momento. De hecho, el mismo cantante desmintió públicamente ese fuerte comentario en uno de los primeros congresos de música realizados en México.Muchos de los que vivieron esta época, manifiestan que lo curioso del asunto, es que este chisme se presentó precisamente en pleno auge de los detractores del ministerio de Marcos Witt, que criticaban la “alabanza restaurada” un movimiento originado en Guatemala y México que comenzaba a tomar fuerza en toda Latinoamérica, el cual se basaba en la inclusión de ritmos más movidos, apoyados por instrumentos musicales tales como la batería o las guitarras eléctricas distorsionadas, consideradas herramientas usadas por el “enemigo” para la destrucción de la humanidad.Sin embargo, todo no paró allí, años después aparecieron los “análisis” de la música manifestando la aparición de mensajes ocultos o subliminales, en varias de las canciones del salmista. Ante esa descabellada polémica el propio Witt, respondió sin escatimar en su propia web:“…Desde que tenemos memoria este ha sido un tema comentado, algunas personas esperan que saquemos algún proyecto para encontrar "mensajes subliminales" en algunas de nuestras canciones. La Palabra de Dios nos dice que la música fue creada por Dios y para Dios, también no dice que Satanás vino para robar, matar y destruir y lo que el busca es hacer eso con la obra que Dios hace en nuestras vidas a través de la alabanza y adoración.En Santiago nos dice que una misma fuente no puede echar al mismo tiempo agua dulce y agua salada, entonces ¿cómo podremos alabar y maldecir a nuestro Señor al mismo tiempo? Le pido que usted ore al Señor sobre este asunto y Él lo llevara a Toda Verdad…”.Del mismo modo, como si fuera poco, uno de los más recientes casos de crítica, estuvo relacionado con aparentes simbologías paganas en la carátula de Dios de Pactos, pues de manera inexplicable, independiente a la excelente enseñanza de adoración plasmada al interior del disco, los detractores de este adorador se dedicaron su tiempo a “desmenuzar” asuntos propios del diseño gráfico que para nada afectan la fe.De hecho, es conocido por muchos el testimonio de miles de personas que dejaron sus malos pasos después de escuchar un tema de Marcos Witt, más no conozco el caso de uno solo, que se haya desviado hacia el esoterismo por observar la portada en mención; esto demuestra simples apreciaciones humanas, que quieren opacar lo grande que Dios está haciendo. Finalmente, no podría pasar por alto lo más reciente, que de hecho, fue lo que me motivó a escribir las presentes líneas; el disco Alegría grabado en Santiago de Chile, la capital del país austral, una placa donde los comentarios sin fundamentos, las comparaciones y las críticas no se han hecho esperar. No entiendo la razón por la cual muchos esperan un sonido diferente a lo que le ha caracterizado durante su carrera musical y que tanto éxito le ha representado; además, que más novedoso que el debut de su hija Elena Witt en Cristo Amante de Mi Alma, o el dueto con una figura como Luis Pedraza “TocoToco” finalista en un importante “reality” local en el tema Tómame en Tus Brazos.Del mismo modo, podríamos hablar de la fusión caribeña de Mira No Más y otro sinúmero de elementos folclóricos autóctonos que se suman al ya conocido estilo clásico de Marcos Witt haciendo de este, un álbum realmente alegre, fresco, dinámico y lo más importante con una alta dosis de edificación en sus letras. En este momento, viene a mi cabeza el dicho popular que hace referencia a como las “piedras” se le lanzan a los árboles con fruto, y creo que sencillamente eso es lo que está sucediendo, pues, desafortunadamente para muchos, es difícil ver que llegue el éxito sin especular o cuestionar sobre la manera como éste se ha obtenido.De esta manera, solo quise hacer una sencilla catarsis sobre pequeños asuntos que me preocupan, esperando no ser polémico ni controversial, sino simplemente un instrumento de reflexión para comprender que el único que en realidad tiene el “sartén por el mango” es nuestro Dios; el único capaz de defendernos de las acusaciones más complejas y librarnos de los peligros más extremos.
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